¿"Gestionar las emociones"? ¿Cuántas veces has oído que tienes que hacer eso?
- Laura Colodro
- 11 jun
- 2 Min. de lectura
La expresión “gestionar las emociones” se ha convertido en una de esas frases que repetimos casi sin darnos cuenta. Está en los libros de autoayuda, en los consejos de Instagram, en las conversaciones con amigos… Y aunque suene bien, hay algo que chirría.
¿Qué significa realmente “gestionar una emoción”? ¿Dónde se aprende eso? ¿Qué se supone que debemos hacer cuando estamos tristes, ansiosos o enfadados? ¿Seguir una lista de pasos para dejar de sentir lo que sentimos?
Las emociones no se gestionan, se sienten

El problema no es tanto la frase en sí, sino la expectativa que genera. Cuando nos dicen que tenemos que gestionar lo que sentimos, muchas veces lo que se está diciendo (de forma implícita) es: “esto que sientes está mal, haz algo para cambiarlo”.
Y claro, esto nos lleva a:
Sentirnos mal por estar mal.
Añadir culpa o presión a lo que ya nos está doliendo.
Entrar en bucles del tipo: “no debería estar así”, “debería estar haciendo algo para gestionar esto”.
Y es precisamente ahí donde empieza el verdadero problema: cuando nos relacionamos con nuestras emociones como si fueran obstáculos que hay que evitar o eliminar. Pero las emociones no son un problema a resolver ni algo que tengamos que quitarnos de encima. Son una parte natural (y útil) de nuestra experiencia como seres humanos. El problema aparece cuando tratamos de evitarlas a toda costa.
Lo que hacemos cuando queremos “gestionar”
Haz la prueba: busca en Google “cómo gestionar la tristeza” o “cómo gestionar la ansiedad”.
Verás cosas como:
“Ponte música alegre”.
“Mira el lado positivo”.
“Haz respiraciones profundas”.
“Tómate una infusión relajante”.
Todo eso puede ser útil... a veces. Pero muchas de estas estrategias parten de la idea de no sentir lo que estamos sintiendo, de tapar, distraer o salir corriendo de la emoción.
Y el riesgo es este: acabamos funcionando según la regla de “tengo que quitarme esto de encima para poder vivir”. Vivimos en huida constante. Y eso, a largo plazo, nos desconecta de lo que sentimos, de lo que necesitamos, y de nosotros mismos.
Porque al final, el mensaje que muchas veces se transmite es este:
Lo que sientes está mal. Cámbialo. Rápido.
Quizá haya que resignificar eso de “gestionar”.
En todo caso, gestionar una emoción no sería evitarla o taparla, sino preguntarnos:“¿Qué hago cuando siento esto?”
Las emociones no se pueden controlar como si fueran botones. Son respuestas automáticas, que forman parte de nuestra biología. No podemos evitar sentir miedo, tristeza, enfado o ansiedad… pero sí podemos aprender a no dejarnos arrastrar por ellas. Es decir, sí podemos controlar (o si se prefiere el término de moda, "gestionar") lo que hacemos cuando sentimos esa emoción.
Eso es flexibilidad psicológica: No es dejar de sentir, es no actuar siempre desde lo que sentimos, es poder elegir cómo responder.
Pero para eso, primero hay que atravesar la emoción. No se trata de evitar sentir, sino de vivir sintiendo, sin que eso nos impida avanzar.
Dejemos de intentar ser máquinas de autocontrol emocional. Las emociones no se gestionan como si fueran correos pendientes en la bandeja de entrada. Se sienten. Y eso, aunque a veces duela, también nos humaniza.
Comments