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Camarón y Lorca: el arte de aceptar lo que no se puede controlar

  • Foto del escritor: Laura Colodro
    Laura Colodro
  • 19 jul
  • 2 Min. de lectura
Una mirada psicológica a la profundidad del flamenco, los versos de Lorca y la aceptación sin prisas desde la Terapia de Aceptación y Compromiso.

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Hay algo en la crudeza del flamenco que me atrapa. Esa verdad sin adornos, esa emoción desnuda. En cada quejío, en cada lágrima cantada, en cada golpe de palmas, está la vida misma: con sus dolores, sus pérdidas, sus rabias y sus nostalgias más profundas. Me gusta porque es un grito sin escapatoria, porque no intenta suavizar el sufrimiento ni esconder las heridas. Me gusta porque en su honestidad hay belleza y en su dolor, humanidad. Sus letras me conmueven, me enseñan y me acompañan.


El sueño va sobre el tiempo
flotando como un velero

Camarón canta unos versos de Federico García Lorca en los que reconoce que el tiempo es una corriente que no podemos controlar. No hay urgencia en su voz. No hay pelea. Solo una aceptación profunda de lo que no se puede forzar. Nos invita a estar con lo que hay. A navegar la vida con el viento que sople, no solo con el que queremos. El sueño no lucha contra el tiempo, flota.


Nadie puede abrir semillas
en el corazón del sueño

Nuestra voz interna, en cambio, muchas veces tiene otras ideas. Nos dice que hay que controlar el tiempo, exprimirlo, ordenarlo. Que el dolor tiene que irse ya. Que la tristeza tiene que explicarse. Que los duelos tienen que cerrarse, con cronómetro. Que hay que resolver, prever, curar...Pero hay vivencias que no responden al control; hay momentos en los que la vida no se deja agarrar. Hay ausencias que no se llenan, duelos que no se apresuran, respuestas que no llegan al ritmo que quisiéramos. Y entonces, uno tiene que aprender a estar sin empujar. Como ese sueño que flota sobre el tiempo.


Y aceptar no es resignarse. Aceptar es dejar de forcejear con lo que ya es, para poder poner el foco en lo que sí importa: cómo elegimos vivir con eso. Aceptar no es rendirse, sino comprometerse con lo que valoramos, con lo que nos importa, aunque duela.


La canción no es directa ni clara: es simbólica, profunda, inacabada. Como muchos de nuestros valores vitales. No se trata de “llegar” a algo, sino de caminar hacia ello, con apertura, sin garantía de control ni resultado. Y mientras tanto, el sueño flota. Y el tiempo pasa. Y algo germina dentro, aunque aún no tenga forma.

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